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sábado, 22 de noviembre de 2014

Poder y Vulnerabilidad

Todos somos naturalmente poderosos. Nacemos con un poder potencial; nuestra tarea consiste en reclamarlo, desarrollarlo y sentirnos cómodos expresándolo de manera única y personal. Al mismo tiempo, todos somos naturalmente vulnerables. Como seres humanos, tenemos necesidades y sentimientos que nos hacen profundamente sensibles. Tarde o temprano debemos aprender a sentirnos cómodos con nuestra vulnerabilidad, a reconocerla y a asumir la responsabilidad de cuidarla.

El poder y la vulnerabilidad son energías opuestas. El poder es la capacidad de influir en el mundo que nos rodea. La vulnerabilidad es la capacidad para dejarnos influir por el mundo que nos rodea. Para tener una experiencia rica, plena y gratificante de la vida, hemos de abrazar ambas polaridades. Uno de los mayores desafíos de la experiencia humana es aprender a vivir con esta paradoja: somos a un tiempo extremadamente poderosos y vulnerables. Hay muchas paradojas semejantes que nos exigen aceptar todas nuestras facetas. La verdadera sanación se basa en la auto aceptación.

Esta visión de la vida es muy distinta de aquella a la que solemos estar acostumbrados. En la moderna cultura occidental observamos las dualidades de la vida desde una perspectiva muy lineal y polarizada. En lugar de concebirlas como un todo, las calificamos de buenas o malas, correctas o incorrectas. Desde este punto de vista, sentimos que debemos elegir entre los opuestos, en lugar de respetarlos a los dos. Constantemente tratamos de determinar que extremo de una polaridad es correcto, bueno, adecuado o mejor. Entonces mantenemos y desarrollamos ese aspecto mientras procuramos liberarnos del opuesto, que consideramos negativo o incorrecto.
Esta visión, además de inducirnos a emitir juicios sobre nosotros mismos y los demás, genera un conflicto constante en nuestro interior. Puesto que todas las energías de la vida son innatas y esenciales, no podemos liberarnos de ellas por mucho que lo intentemos. Cuando damos preferencia a una cualidad sobre otra, iniciamos una guerra interior.

En nuestra sociedad, el poder suele ser honrado y respetado, mientras que la vulnerabilidad se considera una señal de debilidad, algo vergonzosa y humillante. Este tendencioso juicio cultural hace que la mayoría intente desarrollar de una forma u otra su poder y erradique, o al menos esconda, su vulnerabilidad. Esto es especialmente cierto en los hombres, a quienes la tradición cultural niega el derecho a mostrarse vulnerables.

El problema es que, como seres humanos, sencillamente somos vulnerables. Tratar de superar este hecho no lo hará desaparecer. Como mucho aprendemos a esconderlo de nosotros y de los demás, lo que nos llevará a vivir en la negación. Y lo más triste es que intentemos librarnos de un ingrediente esencial para una vida satisfactoria. Nuestra vulnerabilidad es el umbral de la receptividad; sin él no podemos recibir amor, experimentar intimidad ni alcanzar la plenitud.
Las personas que se identifican en exceso con el poder y niegan su vulnerabilidad pueden hacer grandes cosas en la vida. Sin embargo, nunca serán capaces de recibir las recompensas espirituales y emocionales de la existencia y es probable que tarde o temprano se pregunten qué sentido tiene la vida.

A pesar de nuestra preferencia cultural por el poder, muchas personas eligen consciente o inconscientemente el camino opuesto. Aquellos que han vivido experiencias traumáticas en la infancia con una persona que abusaba de su autoridad suelen renunciar a su propio poder. Estas personas podrían identificarse con la vulnerabilidad por temor a que su poder sea visto como una amenaza o que realmente perjudique a los demás. Por desgracia, este enfoque es igualmente desequilibrado. Sin poder no conseguiremos alcanzar nuestras metas en la vida ni compartir nuestros dones, o protegernos y cuidarnos como es debido. Una persona totalmente identificada con la vulnerabilidad a menudo se convierte en víctima de otros o de las circunstancias de la vida.

La identificación absoluta con el poder o la vulnerabilidad suele causar problemas económicos o dificultades para experimentar prosperidad. Cuando nos identificamos con el poder, es probable que nos obsesionemos con ganar dinero y dejemos a un lado otras cosas importantes. Cuando nos identificamos con la vulnerabilidad y renunciamos al poder, podríamos impedirnos ganar dinero y alcanzar el éxito.

jueves, 6 de noviembre de 2014

Jerarquia de los Rangos Terapeuticos en MTC

Huang Di pregunta: El principio por el que trata las enfermedades la acupuntura es el Shen del paciente. La sangre, la energía nutritiva se depositan en los cinco órganos. Me puede explicar ¿qué es la virtud, la energía, la generación, la esencia, el alma, el espíritu, el corazón, el pensamiento, la voluntad, la inteligencia y la preocupación?

Este primer dialogo entre Huang Di y Qi Bo abre el ABC de la Acupuntura de Huang Fu Mi. En esta introducción el autor a través de su recopilación del Huang Di Nei Jing Su Wen y Ling Shu enfatiza la importancia del Shen y su papel inicial en el abordaje terapéutico en MTC.

¿Cómo interpretar este aforismo y situar el abordaje psicoemocional en la intervención del terapeuta en MTC?

En un artículo de los años 80 publicado en la Revista de Biociencias, el equipo de Lecussan establece una jerarquía de los rangos terapéuticos en MTC basado en el capítulo 25 del Huang Di Nei Jing Su Wen, un artículo muy interesante que aclara definitivamente la amplitud del concepto de Shen como primer rango de intervención y nos obliga también a clarificar su definición.

“Se comprende así la jerarquización de los rangos terapéuticos chinos:
1) Tratar el espíritu: es decir comprender y hacer comprender al enfermo su tipo de desequilibrio Yin Yang y el porqué del mismo; el cual proviene o bien del Cielo (los elementos cósmicos en resonancia o en oposición con su propia constitución definida por el sello de su nacimiento y de su aniversario de nacimiento o bien de la Tierra (los alimentos terrestres no adaptados a la estación o al individuo; o bien del hombre en sí mismo (su higiene de vida, su trabajo, sus traumatismos psíquicos o de otro tipo).
2) Equilibrar los regímenes en función del desequilibrio encontrado, de la estación, del tipo psíquico del individuo y de su actividad, sabiendo que cada alimento posee una carga y un equilibrio Yin y Yang bien definido, así como un punto de impacto preferencial sobre tal o cual órgano o tal dinamismo.
3) Prescribir uno o varios remedios según el estado del enfermo y el tipo de perturbación Yin Yang de este enfermo. Cada remedio posee en sí mismo una carga Yin Yang y una zona de acción precisa.
4) Finalmente, realizar de forma inmediata una terapéutica por medio de la aguja de acupuntura o de la moxa, según el estado de la enfermedad en crecimiento, sobre él o los puntos correspondientes.” (Lecussan, 1985).

El texto original en el capítulo 25 del Huang Di Nei Jing Su Wen sobre los métodos terapéuticos incluye un 5º rango es: “La 1ª es a sanar el espíritu, la 2ª es a conocer el cuidado de la propia salud (revisar los hábitos de ejercicio físico, hábitos dietéticos del paciente con base de un autoconocimiento y autoconciencia de la preservación de la salud), la 3ª es a conocer las verdaderas propiedades de las drogas medicinales, la 4ª es a manufacturar agujas grandes y pequeñas, la 5ª es a diagnosticar vísceras, órganos, sangre y energía. Cada uno de estos 5 métodos tiene su antecesor, por orden de importancia.” (Huang Di Nei Jing Su Wen, 2005).

帝曰:人生有形,不离阴阳,天地合气,别为九野,分为四时,月有小大,日有短长,万物并至,不可胜量,虚实呿吟,敢问其方。 岐伯曰:木得金而伐,火得水而灭,土得木而达,金得火而缺,水得土而绝,万物尽然,不可胜竭。故针有悬布 天下者五,黔首共余食,莫知之也。一曰治神,二曰知养身,三曰知毒药为真,四曰制砭石小大,五曰知府藏血气之诊。五法俱立,各有所先。今末世之刺也,虚者 实之,满者泄之,此皆众工所共知也。若夫法天则地,随应而动,和之者若响,随之者若影,道无鬼神,独来独往。

Vemos como el texto clásico contempla 5 métodos y sigue con “La generación actual sólo sabe punzar el vacío o la plenitud, llenar o drenar, pero todo esto es únicamente una parte del conocimiento“.
El texto clásico nos reta aquí en la visión y el abordaje global en la relación terapeuta / paciente o usuario y nos incita a reconsiderar el orden de nuestras prioridades a la hora de aplicar la acupuntura y en general la MTC.

Lecussan explicita con mucha claridad el primer rango acerca del tratamiento del Shen (condiciones laborales, familiares, vida cotidiana, entorno y antecedentes psicoemocionales…) y es necesario alejarse de una visión simplista del aspecto psicoemocional, mental o espiritual descarnado e impropio a la MTC. Partiendo de la integración entre materia, soplo y espíritu (jing, qi, shen) en MTC, comprender que el concepto de “sanar el espíritu” no significa realizar un trabajo psicológico puro que escapa en general a nuestra competencia estricta en MTC sino que define el carácter primordial y sútil de una actitud terapeutica, atenta, abierta y empática que toma en cuenta un contexto global; físico, psicoemocional, mental y espiritual de la atención que debe prevaler en cualquier consulta de Salud.

Referencias
Huang Fu Mi (1999). Zhen Jiu Jia Yi Jing (ABC de la Acupuntura y Moxibustión). Edición José Padilla Corral. Miraguanos Ediciones.
LECUSSAN L. (1985) REVISTA BIOCIENCIAS Nº1-2, CAMINOS DE LA ENERGIA. Barcelona.
Huang Di Nei Jing Su Wen (2005) Julio García Ediciones. Madrid

sábado, 1 de noviembre de 2014

El Proposito Espiritual de la Enfermedad

Ser médico del cuerpo o del alma significa habitar los pasajes fronterizos entre la vida cotidiana y el más allá. Una enfermedad mortal concluye una fase de la vida, cuando no la vida misma. El médico del cuerpo o del alma es testigo y partícipe del desenlace.
El impacto de una enfermedad mortal es semejante al de una piedra al caer en la superficie remansada de un lago, la conmoción se proyecta en anillos concéntricos conforme las emociones, los pensamientos y las reacciones irradian desde ese centro. Afecta a las relaciones entre personas, conmueve profundamente a los demás, implica potencialmente al paciente y a cuantos se ven afectados en lo más profundo de sí mismo, en el alma. Cuando el cuerpo o la mente padecen o caen presa de la enfermedad, afloran preguntas espirituales acerca del sentido de la vida. La curación y recuperación puede depender tanto o más de una profundización de las relaciones y de la implicación con la propia vida espiritual que de la pericia médica.

La enfermedad conmociona el alma. Perdemos la inocencia, nos sabemos vulnerables, dejamos de ser quienes éramos antes de este acontecimiento y nunca volveremos a nuestro estado anterior. Estamos en un territorio inexplorado y no hay vuelta atrás. La enfermedad es un acontecimiento profundamente espiritual, y sin embargo esta realidad se ignora y prácticamente no se aborda. En cambio, todo parece concentrarse en la parte del cuerpo que ha enfermado, ha sido herida, sufre una disfunción o permanece fuera de control.
Es estrés psicológico es un aspecto esencial de la prueba que ha de atravesar el alma. El modo en que percibimos lo que nos ocurre a nosotros o a un ser querido modela nuestros pensamientos mucho más que la información objetiva. Cuando algunas personas caen presa de la angustia del dolor, los impedimentos, la debilidad o las náuseas, esa experiencia desagradable no será sólo momentánea sino que la supondrán interminable, mientras que otras que afrontan los mismos síntomas los vivirán como parte de una etapa difícil que tendrá su fin. Si no se alivia el dolor, o la mente se ve asaltada por pensamientos negativos y obsesivos, hay poco espacio para ocuparse de asuntos espirituales.

Para atender al alma, la mente ha de aquietarse. Mostrar el aspecto espiritual de uno mismo perturba a aquellos que habitan en aguas más calmas. Las preguntas de naturaleza espiritual son aquellas que las personas adictas al trabajo, al alcohol o a actividades frívolas conjuran mediante sus adicciones. No se atreven a ahondar en esas dudas, tal como nosotros las expresamos.
Un amigo del alma es un santuario, alguien a quien podemos decir la verdad de lo que sentimos, sabemos o percibimos. Cuando expresamos algo de profundidad espiritual, los demás no pueden desdeñarlo. Minimizarlo, negarlo o tomárselo personalmente; lo que decimos ha se ser acogido, escuchado, aceptado y sostenido, como en una matriz que pueda desarrollar y traer enteramente a la conciencia cuanto nos importa y la imagen que tenemos de nosotros mismos.

El restablecimiento de la salud del alma y del cuerpo puede darse o no simultáneamente; puede advenir la curación y que el cuerpo no sobreviva. Después de todo, la vida es una situación Terminal. La cuestión es cómo y cuándo moriremos, no si hemos de morir. La enfermedad nos priva de nuestra vida y asuntos cotidianos y nos enfrenta a grandes interrogantes y a la oportunidad de acceder a un conocimiento espiritual que puede transformar la situación y a nosotros mismos. Las oraciones y los ritos que cumplimos ayudan a concentrarnos y acceder a energías espirituales.
En un nivel espiritual podemos advertir claramente lo que importa y reconocer la realidad de nuestra situación personal. Nos hacemos conscientes de que somos seres espirituales abocados a una senda humana antes que seres humanos que pueden seguir un camino espiritual. Reconocemos lo que es sagrado y eterno. Desde una perspectiva espiritual, una enfermedad, aun terminal, es un indicio, una etapa subliminal en la que nos encontramos entre el mundo cotidiano y el mundo invisible.

lunes, 27 de octubre de 2014

Comprendiendo la Sincronicidad

«Cuando el alumno esté preparado, el maestro vendrá.» Este antiguo proverbio chino describe una idea básica en el pensamiento oriental: la conexión entre la psique humana y los acontecimientos externos, entre el mundo interior y el mundo exterior. La sincronicidad, definida por Carl Gustav Jung como una “coincidencia significativa”, es uno de los modos en que esta conexión se expresa en nuestras vidas diarias. El pensamiento oriental ha estudiado la conexión fundamental entre nosotros y los demás, entre nosotros y el universo, la realidad esencial, y le ha dado el nombre de Tao. Para aquellos que han experimentado el poder de los acontecimientos, sueños y encuentros que parecen entrañar un sentimiento que trasciende su apariencia, puede ser una ventana hacia un universo más vasto y completo que el mundo del razonamiento lógico y los hechos concretos.

Podemos comprender inmediatamente la sincronicidad cuando observamos cómo opera en nuestra vida cotidiana. Además de conferir un sentido a los hechos cotidianos, el concepto de sincronicidad puede procurarnos nuevas perspectivas respecto a ciertas ideas. Por ejemplo, el I Ching es un método oracular en el que un interrogante produce deliberadamente una “lectura” por medio de la sincronicidad, que entonces guía las acciones o actitudes apropiadas a ese momento y situación. La sincronicidad arroja luz en la investigación parapsicológica, que acredita la existencia de vínculos entre nosotros y los demás, entre nosotros y los objetos.
Gran parte del valor de la sincronicidad reside en su capacidad de adherirnos a un sentido dado, un principio intuitivamente conocido en nuestra vida, a partir del cual podemos encontrar un “sendero del corazón”, un tao, un modo de vivir en armonía con el universo. La sincronicidad puede aportarnos la confirmación de que estamos en el camino adecuado, así como hacernos conscientes de que no lo estamos.
Finalmente, en el nivel más profundo, la sincronicidad puede abrirnos al conocimiento de que formamos parte de algo mucho más grande que nosotros mismos, y a un sentido de totalidad en el arquetipo del sí mismo, expresando metafóricamente en la leyenda del Santo Grial, en el concepto del reino de Dios, o en la disolución en el Tao.

La mayor parte del tiempo estamos activos, imitando lo que es preciso hacer y rodeados de gente. Nos centramos en lo que tenemos delante, afanándonos en los bienes materiales de nuestras vidas con el tiempo apresurado y el limitado espacio disponible. No podemos ver las estrellas con la luz de nuestro mundo cotidiano. Aún de noche, nuestra visión del cielo está limitada por las luces de nuestras ciudades y la contaminación de nuestras máquinas. Permanecemos recluidos en edificios, enclaustrados, privados de la naturaleza circundante; nos afanamos de tal modo con nuestros asuntos vespertinos que no somos capaces de alzar la mirada y experimentar el asombro del cielo nocturno. Pero, aunque no lo vemos, las estrellas siguen ahí. Hay un universo que continúa moviéndose, infinito, atemporal, en continua expansión, del cual formamos parte. Comprender esto intuitivamente, contemplando un fragmento de cielo nocturno, antes de caer de nuevo en el sueño, puede ser similar a los que el estudiante zen persigue en la meditación: ese momento de iluminación repentina en la que se experimenta la visión del Tao.

El conocimiento intuitivo de que hay un universo reglado, o un sentido subyacente a cada experiencia, o una fuente original, con la cual “yo” estoy conectado, evoca siempre un sentimiento de reverencia. Esto es algo más intuido que pensado, por lo que las palabras que traten de explicarlo resultan inadecuadas; tal como comienza el Tao Te Ching, de Lao Tsé, « El Tao que puede ser expresado no es el Tao perpetuo»; sin embargo, los ejemplos ayudan a la comprensión, porque casi todos nosotros, frecuentemente en etapas tempranas de nuestra vida, hemos tenido una intimidad con lo que se llama el Tao.
Hay buenas razones para discutir lo que no puede conocerse enteramente a través de las palabras –porque podemos preparar el modo en que sobrevendrá una experiencia–. El conocimiento intelectual y la aceptación de un concepto espiritual, unido a la receptividad y la abertura, ponen los cimientos para una experiencia intuitiva que puede acontecer más adelante. Como dice el proverbio oriental, «Cuando el alumno está preparado, el maestro vendrá».

Jung describió la sincronicidad como un principio conector casual que se manifiesta mediante coincidencias significativas. No hay explicaciones racionales a estas situaciones en las que una persona tiene un pensamiento, un sueño, o un estado psicológico interno que coincide con un acontecimiento. Por ejemplo, una mujer tiene el sueño vívido de que la casa de su hermana está ardiendo e impulsivamente la telefonea para comprobar si se encuentra bien: hay fuego, y la llamada que la despertó quizás haya salvado su vida. O un investigador se atasca en un punto crucial y necesita cierta información abstrusa, muy técnica, y en una cena de recogida de fondos se encuentra inesperadamente sentado junto a la persona que posee esa información. Una mujer llega a una ciudad deseando encontrar a una antigua compañera de habitación; no la localiza, y al entrar en un ascensor atestado la encuentra en él. Pienso en alguien, suena el teléfono, y quien llama es la persona que tenía en mente.
Todos estos son ejemplos de sincronicidad, que varían desde lo dramático al lugar común. En cada situación, alguien se tropezó con una coincidencia y no pudo explicar cómo había ocurrido. Intuitivamente, cada acontecimiento fue significativo y abrió la posibilidad de que allí hubiera una conexión invisible, desconocida, o un modo en el que se desarrollan esos hechos.
Al decir que este fenómeno era “sincronicidad”, Jung le dio un nombre. También señalo su importancia, diciendo que «la comprensión de la sincronicidad es la llave que abre la puerta a la percepción oriental de la totalidad, que nos parece tan misteriosa».

A través de la sincronicidad, la mente occidental puede llegar a conocer lo que representa el Tao. Como concepto, la sincronicidad tiende un puente entre Oriente y Occidente, filosofía y psicología, el hemisferio derecho e izquierdo del cerebro. La sincronicidad es el Tao de la psicología, pues relaciona el individuo con la totalidad. Si personalmente advertimos que la sincronicidad opera en nuestras vidas, nos sentimos conectados a los demás, antes que aislados y malavenidos; sentimos que formamos parte de un universo divino, dinámico e interrelacionado. Los acontecimientos sincronísticos nos ofrendan percepciones que pueden resultarnos útiles en nuestro crecimiento psicológico y espiritual, y acaso nos revelen, a partir de un conocimiento intuitivo, que nuestras vidas tienen sentido.

Hay algo asombroso y humilde, y sin embargo emocionante y cómplice en el hecho de vislumbrar el Tao a partir de acontecimientos sincronísticos. Al igual que no podemos ver las estrellas al mediodía, en nuestras mentes occidentales no se dan las condiciones adecuadas para “contemplar” un modelo de unidad subyacente. En el momento en que, con nuestra conciencia occidental, también seamos capaces de percibir una realidad espiritual, acaso sea posible que nos volvamos conscientes de ser individuos aislados pero unidos a un todo más vasto: de vivir en un mundo con un tiempo lineal, pero capaces de experimentar la atemporalidad de una realidad eterna de la que somos parte; de ver la luz diurna tanto como con visión nocturna, entonces sentimos nuestra conciencia en movimiento, ya no detenida.

jueves, 25 de septiembre de 2014

La Llegada del Otoño

El equinoccio de Otoño marca un momento de tránsito o paso, es ese instante en el que el tiempo de luz se iguala al de oscuridad en la tierra. El verano se acaba y es tiempo de volver a la rutina diaria, por ello hemos de pautar un ritmo a nuestro cuerpo para que se acompase con el de la naturaleza.

Cuando llega el otoño siempre estamos algo revolucionados por los nuevos y demasiados planes que tenemos por delante para la nueva temporada yendo en la contra de lo que el ciclo de la naturaleza nos pide. La tierra sugiere que nos acompasemos a ella, que nuestras noches y descansos empiecen a ser más largos, que hagamos un cultivo interior de nuestro ser y que nos centremos para saber aquello que en realidad queremos.

El Otoño es un buen momento para purificar el cuerpo de los excesos del verano; la desintoxicación otoñal es clave y sirve de preparación para el invierno. La energía yang o masculina va menguando y la energía yin o femenina va cobrando cada vez más fuerza. Todo lo relacionado con lo femenino como la quietud, la receptividad, el cuidado, el mimo o la intuición va cobrando mayor protagonismo.

El equinoccio de Otoño, que marca la igualdad entre el día y la noche, nos ofrece un guiño para que nos ajustemos y reequilibremos. De alguna manera siempre añoramos la sensación de equilibrio tanto corporal, como mental y emocional, queremos actuar de una manera equitativa y centrada. Sin embargo este “equilibrio” es algo engañoso, pues en realidad siempre estamos en equilibrio, nuestros desajustes siempre son compensados por medio de una acción en el otro lado del cosmos, y volverá a nosotros un tiempo después como consecuencia directa de nuestro acto realizado.
Aunque siempre estamos en equilibrio, sin embargo pocas veces nos sentimos equilibrados.

El equinoccio de Otoño es un momento de invocación de diosas de la naturaleza (Cibeles, Gaia, Bamba, Demeter… o incluso Isthar) aquellas que nos traen al momento presente y que nos muestran el agradecimiento por lo que tenemos, a la vez que piden un retiro para recuperar nuestra energía. Cualquier cosa que hagamos con este fin nos vendrá bien, así sea un paseo pisando las hojas otoñales de los árboles, mirar la luna llena o un fin de semana en un balneario disfrutando de un descanso en el agua; todas estas pequeñas acciones nos ayudaran para volver al ritmo otoñal que Gaia alimenta.
En la naturaleza se recogen los frutos silvestres y es el momento preciso de recolectar y atesorar en el alma los pequeños regalos que nos ha ido otorgando el año. El estío se termina y es el momento de ir cerrando nuestro ciclo anual pues hemos de preparar nuestro interior para el ciclo que comienza.

El otoño nos pide un tiempo para nosotros mismos, relajación, asimilación del verano y de todas nuestras aventuras, una unión con el alma y profundidad para llegar a nuestros verdaderos sentimientos. Es el momento de bajar a nuestro inframundo, de cruzar el velo, de sentir nuestro ser, de entrar dentro con conciencia y alinearnos con nuestros verdaderos anhelos. Es el momento de parar y no dejar que la vorágine de la “civilización” nos envuelva, sino que nos reconectemos con nosotros mismos.
Con esta idea de volver a nosotros comenzamos esta época tan bonita del año, el otoño, sin perder de vista que no hemos de buscar un equilibrio porque siempre estamos en él, sino que hemos de caminar equilibrados con los anhelos de nuestra alma y nuestro ser.

sábado, 6 de septiembre de 2014

Leyes de Curacion y Enfermedades

1. El cuerpo cicatriza de dentro hacia fuera y de arriba hacia abajo, es decir, se cura primero lo mental, para equilibrar el espíritu, y al encontrar el equilibrio entre los órganos, las manifestaciones externas desaparecen.

2. Solamente existe una enfermedad, y se le puede llamar toxicidad o, también, malnutrición.

3. Los gérmenes no son los que causan la enfermedad, pero ellos buscan preferiblemente tejidos débiles para poder lograr condiciones favorables para su desarrollo, ellos son nada más el síntoma y no la causa.

4. El círculo de estrés y toxicidad en el cuerpo humano se inicia de la siguiente forma:
a) El sistema digestivo se tensa por la evacuación de alimentos (estreñimiento), por una mala combinación de alimentos, por ingerir agua durante las comidas, por la contaminación y por una mala e inadecuada actividad mental, estar enojados, gritando, o recibiendo señales que alteren la tranquilidad al comer.
b) Después el colon es afectado por alimentos que no son digeridos y que se vuelven tóxicos. La medicina natural nos indica que la muerte empieza por el colon.
c) El hígado y la vesícula son los primeros en verse afectados por la toxicidad del colon.
d) El riñón y la vejiga son también afectados.
e) Los pulmones son intoxicados por la debilidad de los riñones.
f) La circulación es la próxima función en verse afectada.
g) El corazón y el bazo también son afectados.
h) Los músculos y los tejidos blandos siguen.
i) La columna vertebral entonces es la próxima.
j ) El cerebro y el sistema nervioso se verán afectados.
k) Las glándulas endocrinas son las ultimas en verse afectadas.

5. Para una completa recuperación, el cuerpo se cura en un sentido contrario. Se debe empezar con el sistema digestivo, colon, etc., y así sucesivamente.

6. La cura de una enfermedad depende de la limpieza de los tejidos del cuerpo y el reemplazo de los tejidos viejos por tejidos nuevos.

La naturaleza es la que cura. (Natura medicatrix)
Establece que se debe dejar obrar a la naturaleza. Aún más dice que el arte de curar es el de seguir el camino por el cual cura espontáneamente la naturaleza y que la acción extraña en el organismo debe limitarse a separar los obstáculos que se oponen a su definitivo triunfo.

El poder de normalizar todas las funciones orgánicas solo lo posee la naturaleza del individuo, su fuerza vital… Esta fuerza vital se manifiesta mediante la actividad del sistema nervioso que se fortifica con la acción de los agentes naturales, como el aire puro, la luz, el sol, la tierra, el agua y los alimentos vivos; se debilita, y destruye con los tóxicos provenientes de las malas digestiones y el veneno contenido en medicamentos, drogas, vacunas y antibióticos.

Existe una ley natural llamada “de la conservación del individuo y de la especie” que postula que la fuerza vital siempre tiende a conservar la integridad y normalidad funcional del organismo y nunca su destrucción.
Así muchas de las “enfermedades” (son curas depurativas) como dolores, fiebres, hemorragias, erupciones, y eliminaciones, son sólo síntomas defensivos de la salud y de la vida. ¿Acaso no se frenan los excesos gracias a los malestares físicos que producen? ¿Existe algún medio mejor de purificar la sangre que la vía directa de eczemas, fístulas, supuraciones y erupciones? ¡Cuanta sabiduría de la naturaleza! Por eso no debemos equivocar nuestra acción y recordar siempre que a ella sólo se le vence metiéndose a las leyes inmutables.

jueves, 4 de septiembre de 2014

Amar y Sanar

A ti que necesitas hablar...
Hablar libera... suelta cadenas, evapora fantasmas, disipa sombras, disuelve energías pesadas.
Hablar reorganiza lo que sentimos, aclara lo que tenemos confuso, reprograma ADN, devuelve extraviados, aquieta tempestades.
Hablar y ser escuchado, hablar y no ser interrumpido, hablar y ser comprendido, hablar y no sentirse juzgado.
Hablar nuestra verdad, decir nuestra vulnerabilidad, decir nuestro genuino sentimiento, nuestro deseo, nuestro miedo.
El más profundo acto de sanación, es hablar.

A ti que escuchas...
Escuchar acompaña, escuchar enseña, escuchar con paciencia, escuchar con respeto, escuchar la verdad del otro, escuchar hace magia, escuchar sin levantar muros, escuchar sin defenderme, escuchar sin sentir miedo, escuchar sin querer controlar, escuchar sin desviar lo que dicen hacia mí, escuchar limpiamente, sin ironía, si burla, sin imponer, escuchar sin resistirme, escuchar sin argumentar, escuchar sin amonestar, escuchar sin sermonear, sin persuadir, sin aconsejar.
Escuchar el sentimiento, escuchar el miedo del otro.
El más profundo acto de amor, es escuchar.